- Irene Paola Garza Del Valle /Mentes en Equilibrio
Suicidio Infantil: un atentado precoz contra la existencia.

La idea de un niño atentando contra su existencia es dolorosa e inconcebible. El suicidio infantil es un tema omitido hasta hace muy poco tiempo en investigaciones, antes de los 80s no se encuentran cifras claras sobre la incidencia de este fenómeno, ni artículos, ni materiales para profesionales y/o para padres de familia acerca de cómo identificar, prevenir o intervenir ante sospechas de suicidio infantil. Yo al menos no recuerdo haber tenido alguna clase sobre suicidio infantil ni en la carrera, ni en la maestría y mucho menos que alguna vez dentro de casa habláramos del tema, es un tabú del que debe de comenzar a hablarse a profundidad y no solo en contextos académicos. El ser humano en general no habla de aquello que le causa temor, pero no hablarlo no es impedimento suficiente para que no ocurra.
En mi país, México, la semana pasada hubo un caso de violencia escolar precedido por el suicidio del agresor, un niño de 15 años. Y mucha gente refería en redes sociales que no encontraban razones para que alguien de tan corta edad se sintiera deprimido, hiciera lo que hizo y después terminara matándose.
Por eso el día de hoy quiero hablar del suicidio infantil desde la perspectiva de mi profesión: la psicología.
¿Qué es el suicidio infantil?
El suicidio infantil es el término que describe cualquier acto por el cuál un menor de edad provoca su muerte de manera voluntaria. Diversas investigaciones de casos de suicidio infantil recogen que son diversos factores los que interactúan para generar el estado emocional que desemboca en el suicidio del menor.
¿Cuáles son los factores de riesgo de suicidio infantil?
Factores Biológicos y Genéticos: En estudios post-mortem realizados en niños y jóvenes suicidas se han encontrado niveles bajos de serotonina y también se han observado anomalías en el desarrollo estructural de la corteza pre-frontal de los menores, esta parte del cerebro juega un papel muy importante en la inhibición de comportamientos agresivos y en el control de los impulsos suicidas. Igualmente, diversos estudios sugieren que el comportamiento suicida y las enfermedades mentales que pueden generar ideación y suicidio son genéticamente transmitidas, por lo tanto los niños y adolescentes con parientes o progenitores suicidas o con enfermedades mentales corren mayor riesgo de tener este tipo de comportamientos auto-destructivos.
Factores Psicológicos: Crecer bajo contextos negativos y pesimistas y sin redes de apoyo emocional puede generar que los niños ante situaciones que les resulten abrumadoras y amenazadoras reaccionen con interpretaciones pesimistas, pensamientos y emociones negativas sobre si mismos, sus vidas y el mundo que los rodea; con ello desarrollando y/o fortaleciendo un estado psicológico depresivo mayor, trastornos psicóticos y/o maníacos, trastornos de ansiedad, basados en la incapacidad para afrontar su vida y solucionar sus problemas. Recordemos que los niños son esponjitas y absorben todo lo que ven, si ellos no tienen un modelo o una base sana de la cuál aprender a afrontar los problemas, desarrollarán un modelo derrotista, incapaz de defenderse y protegerse de los estímulos y situaciones externas desafiantes. Aprenderán a atacarse a sí mismos, al igual que perciben a un medio que los ataca constantemente y del cual no han aprendido a defenderse.
Factores Familiares: Pueden existir fenómenos desencadenantes de un estado emocional vulnerable al suicidio, como por ejemplo, la muerte de un progenitor, el divorcio de los padres, mudanzas y cambios de vida repentinos, agresiones, violencia intrafamiliar, negligencia, falta de comunicación y apoyo familiar, abusos físicos y/o sexuales, familiares con trastornos psiquiátricos que puedan orillar a los niños a sentirse indefensos y a el suicidio. No haber desarrollado un apego seguro con sus progenitores, la falta de herramientas de solución de conflictos, al igual que la falta de límites y de reglas, fomentan tendencias suicidas.
Factores Sociales: Situaciones de discriminación, aislamiento Social, bullying (acoso escolar), y factores de estrés social como la pobreza o pertenecer a alguna minoría, generan también un sentimiento de nula capacidad de afrontamiento por parte del menor o la menor; y pueden ser factores de riesgo para el suicidio infantil. Igualmente, un uso erróneo de las redes sociales e Internet, sin supervisión parental puede aumentar el riesgo de suicidio.
¿Cuáles son los factores de protección y prevención del suicidio infantil?
Primero, dejando de hacer de este tema un tabú, hablando de él en casa, en los colegios, en el sistema sanitario etc. Preparando a los profesionales y realizando programas de prevención en todos los niveles.
Segundo, fomentando la unión familiar, sistemas familiares en donde exista libertad de expresión y de diálogo. Impulsar núcleos familiares sanos y promoviendo que las familias asuman la responsabilidad en la salud mental y emocional de todos sus miembros.
Seguir trabajando por crear ambientes escolares positivos que impulsen y promuevan la buena vinculación de todos sus alumnos y evoquen sentimientos de pertenencia, de respeto a la diversidad y libre de estereotipos sociales.
A nivel sanitario, brindándole importancia a la salud emocional de los niños.
Entrenando a padres y profesionales en contacto con menores sobre como detectar y comprender las conductas suicidas en niños.
No subestimando la tristeza, frustración y/o depresión de ningún menor y apoyarlo con ayuda profesional. Ayudarlo a expresar y gestionar sus emociones y a cambiar los pensamientos negativos e irracionales.
¿Cuáles son señales de alerta o alarma para identificar un posible caso de suicidio infantil a tiempo?
Justo, en el punto anterior referíamos que un factor de protección es que padres, maestros y personas que trabajen directamente con niños logren identificar señales de alerta y así, poder actuar a tiempo cuando un menor corre el riesgo de suicidio. A continuación describo algunos signos de alarma , algunos de los posibles síntomas de depresión, trastorno psicótico y/o maníaco y por lo tanto de suicidio infantil:
– Malestar emocional: sentimientos de tristeza, irritabilidad, indefensión, frustración y /o enojo recurrentes. Cambios de humor repentino.
-Trastornos del sueño (dormir mucho o muy poco, pesadillas recurrentes) – Pérdida y/o aumento del apetito y/o peso – Aislamiento, sentimientos de soledad, incapacidad para relacionarse socialmente – Pérdida del interés en las actividades preferidas – Absentismo escolar o cambio repentino en el desempeño escolar. – Agresividad física o psicológica – Abuso de alcohol o drogas – Falta de preocupación por la apariencia e higiene – Correr riesgos innecesarios – Interés por la muerte o hablar de muerte (“si yo no estuviera….” “si yo muriera…”, “quiero morir…”, – Envío de mensajes preocupantes por Internet o actividad inusual en redes sociales y nuevas tecnologías. – Rendimiento académico bajo o problemas escolares inusuales – Dificultad para concentrarse o para acabar las cosas
– Pensamientos negativos respecto de las propias cualidades y logros.
-Alucinaciones visuales o auditivas con contenido auto-destructivo (por ejemplo ven o escuchan voces que les dicen que se hagan daño o le hagan daño a otros).
¿Cuál es el tratamiento más efectivo para las(os) menores con ideación suicida o riesgo de suicidio infantil?
Un tratamiento adecuado sería aquel que se ajuste a los factores de riesgo de cada caso, sin embargo, un tratamiento con enfoque multidisciplinario siempre suele ser muy efectivo: tratamiento psicológico o psiquiátrico individual, tratamiento familiar (orientación y/o psicoterapia), actuación en el medio del menor (mediación escolar) y en casos graves optar por una internación hospitalaria.
Ser padres y ser educadores es una de las más grandes responsabilidades que existen en esta tierra. No solo se trata de cubrir las necesidades básicas de un ser humano (comer, dormir y tener un techo en donde vivir) o hacer que se aprendan la tabla de elementos químicos, se trata de ser un ejemplo de vida, se trata de dar herramientas, de proteger y educar al menor, enseñándole a través de esa protección, de los límites y de ese amor, a protegerse, cuidarse y a amarse a sí mismo. Esta es una invitación para cuestionar la forma en la que se esta llevando esta labor, a ir más allá, a no olvidarse de la importancia del mundo emocional de los niños. A dejar de sobreproteger tanto y a dejar de dar más libertad de la que un niño puede hacerse cargo, salvemos vidas, evitemos la confusión, culpas y el dolor.